Hace pocos días Nancy Pelosi hizo un llamado a los líderes mundiales para boicotear los Juegos Olímpicos de invierno Beijing 2022. El motivo, según la influyente congresista demócrata, es el genocidio del gobierno chino en contra de la minoría musulmana y su sistemática violación a los derechos humanos.
Este llamado es una evidencia más del grave escalamiento de la confrontación entre China y Estados Unidos, por ahora, en asuntos económicos y tecnológicos, pero que podría extenderse al plano militar por una chispa en Taiwán.
A diferencia de pasadas guerras globales, esta vez las grandes corporaciones de la nación norteamericana no están alineadas para enfrenar al enemigo. La semana pasada un reportaje del New York Times reveló todo lo que ha cedido Apple para mantener a salvo los beneficios que le produce su presencia en el gigante asiático.
A pesar de las pomposas declaraciones de Tim Cook -CEO de Apple- en contra de Facebook y Google y en pro de la privacidad y las libertades civiles, su empresa claudicó ante las autoridades chinas; primero están los negocios. El próximo mes se inaugura un data center bajo control del Estado en donde se alojarán los datos de los clientes de Apple en China, incluidos sus correos electrónicos, fotos, contactos y ubicación. Recordemos que el App Store en ese país está hecho a la medida de los intereses de sus autoridades; por esa razón están proscritos miles de contenidos y aplicaciones contrarios a la ideología y valores oficiales, incluidos temas como la independencia del Tíbet o el Dalai Lama.
De acuerdo con el citado reportaje, Apple se ha convertido en una pieza más del engranaje de censura que ejerce el Estado chino sobre internet. Es un Caballo de Troya de la era moderna que tarde o temprano puede devolverse en contra de Apple dada su dependencia de los ingresos del mercado chino, de la mano de obra barata y de sus centros de producción en ese país.
Pronto será insostenible la dicotomía entre los intereses geopolíticos de Estados Unidos, el enfrentamiento que se avizora entre las dos potencias y los inmensos beneficios que Apple disfruta de su obsecuencia con China.
Juan Carlos Gómez Jaramillo